viernes, enero 1

El paseo...

Lo asearon y perfumaron. Le pusieron una camiseta nueva con un número detrás y le prometieron que la carrera iba a ser un paseo agradable y placentero. Vítores y fanfarrias. Iba a tener el gran honor de ser el único corredor. Lo situaron en la recta de salida y, a paso ligero, empezó su carrera. La regla única era sencilla: no podía detenerse. Apenas salió, en la Franja de Gaza fue sacudido por un sinfín de explosiones con nombre premonitorio: “Plomo Fundido”. Aterrado, huyó corriendo. Mientras, de fondo, como un conjuro incesante, sonaba una palabra: crisis. Y con ella, otras: corrupción, desempleo, desesperación... Mientras, millones de gargantas multicolores aclamaban al primer sucesor negro de Lincoln. De repente, en México estallaron voces alarmistas de pandemia: una gripe porcina, que por razones estéticas bautizaron con nombre alfanumérico, amenazaba a la humanidad. Los laboratorios iniciaron una carrera frenética para obtener una vacuna que salvara no se sabe muy bien a quién. Más adelante, el corredor-paseante oyó gritos de terror surgidos de un terremoto en Italia y de aviones caídos en el Atlántico y en el Índico. Anacrónicos, del fondo del mar emergieron piratas desaliñados y con cara de chicos malos. En Irak, Afganistán y Pakistán, el corredor conoció el terror. Pero también en Sri-Lanka donde los muertos por bombardeos cayeron a miles. Y en Sumatra: por un seísmo, más de 6000 muertos y cientos de miles de refugiados. Mientras, el corredor descubrió que más de 16000 niños seguían muriendo de hambre y desnutrición cada día, sí sí, cada día, mientras señores elegantes con cara de chicos buenos seguían hablando de crisis. El corredor tuvo que atravesar una ola de frío de muchos grados bajo cero mientras los señores hablaban y hablaban del Calentamiento Global de la Tierra en el mercado mundial de compra-venta del CO2. Extenuado, desconcertado e irritado, el corredor, infringiendo la regla única, decidió detenerse definitivamente. En ese momento, justo delante de él, entre efluvios de perfume y vítores, salió disparado otro corredor. A sus espaldas llevaba un número grande y redondo: 2010.

Por Víctor Pérez - © 2009 en adelante

La soledad del corredor de fondo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Casi mejor que se haya parado. Esperemos que su sucesor tenga mejor tino a la hora de elegir la ruta.

Feliz año.

Tu amiga anónima.

Aire_Azul dijo...

Hola, Víctor, hola a todos,

Como dice anónima, mejor vale que se haya parado el 2009. A ver si el 2010 será buen corredor.
Este cuento me pareció un poco diferente de los demás por su estilo más acompasado y por visión que contiene de los acontecimientos mundiales o más bien informativos.

Un saludo desde Toulouse y que 2010 nos lleve muchos cuentos de tu parte.
Josiane

Anónimo dijo...

Que buen relato Victor,en el haces un recorrido por lo que representa la miseria humana !que manera mas original de contarlo! voy a seguir cotillenado a ver que más encuentro.
saludos

Anónimo dijo...

Muy original este ralato que nos dice mucho de la miseria humana.
saludos, Margarita de emagister