domingo, diciembre 20

Lectura voraz

A Jorge y Lidia les sorprendió la extrema atención con que la delicada y frágil ancianita que estaba sentada frente a ellos leía el libro que tenía entre las manos. Tal era su concentración que ni los frenazos del autobús ni las bruscas aceleraciones o las curvas le hacían apartar los ojos de la página. El libro estaba forrado con papel de periódico, a la vieja usanza de quienes, no teniendo grandes recursos, protegían de forma responsable ese bien que no les pertenecía: el libro prestado. En voz baja, Lidia le dijo al oído a Jorge: -“Lo que el viento se llevó”. Divertido, Jorge sonrió. A los pocos segundos le dijo a Lidia al oído: -“Guerra y Paz”. Al poco tiempo, Lidia aventuró: -“Los Miserables”. Turno de Jorge: -“Cien años de soledad”. Lidia: -“La Divina Comedia”. Jorge: -“Ana Karenina”. En eso que el autobús pegó un frenazo más brusco que de costumbre y los dos amigos se vieron con la ancianita y el libro entre los brazos. Tras las disculpas y las gracias de rigor, todo el mundo volvió a su sitio pero no sin que antes, Lidia, a quién le tocó el libro, le echara un ávido vistazo al título. Jorge, impaciente, reclamó información: -¿Qué? -Lidia, como sacudida todavía por el frenazo, le dijo muy bajo al oído: -”Los 120 días de Sodoma”, del Marqués de Sade! -Los dos estudiantes de literatura se miraron sorprendidos y, en silencio, discretamente, casi estallaron a reír.

Por Víctor Pérez - © 2009 en adelante
Fragonard: "La lectrice"

3 comentarios:

Aire_Azul dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Aire_Azul dijo...

Hiciste bien en hacer algunas reformas en tu blog, Víctor. Esto me permitió leer este relato que no había visto antes,imagino que por distracción.
Es realmente divertido, su lectura es entretenida y nos propone dejar de juzgar a priori a los demás. ¿Y por qué una ancianita no podría apreciar la lectura del divino marqués?
¿Por qué deberíamos seguir los patrones respecto a la edad o al género?

Muchas gracias por este agradable instante de diversión.

Víctor Pérez Pérez dijo...

Bueno, en realidad este relato estaba ahí, esperando que alguien lo leyera. Las reformas no le afectaron.
En cuanto a la ancianita, en efecto, no solo tiene derecho de leer lo que quiera sino que, además, tiene derecho a extasiarse con ello. Y así, sucesivamente, aplicable a todo y a todos, sin prejuicios ni recelos.
Gracias por estar siempre ahí, Blue Air.